
05 Dic El origen del problema: “Cuando surge el nacionalismo”
Por Bruno Pujol. Profesor de historia y actualidad mundial del Instituto de humanidades Francesco Petrarca.
Los nacionalismos en España: La cuestión catalana.
El nacionalismo catalán y vasco, surgen en España como una ideología y movimiento sociopolítico junto con el concepto de nación, en las circunstancias históricas del nacionalismo romántico a finales del siglo XIX, en un tiempo de nacimiento de estados.
El nacionalismo se orienta hacia el desarrollo y el mantenimiento de una llamada identidad nacional basada en características compartidas, no siempre nítidamente limitadas que son la cultura, el idioma, la raza, la religión, los objetivos políticos o la creencia en un ancestro común.
Es una ideología romántica que se apoya en nociones basadas en la ensoñación, la nostalgia y la melancolía mucho más allá que en conceptos históricos y funcionales.
El caso del nacionalismo catalán es una corriente de pensamiento político que se sustenta sobre la tesis de que Cataluña es una nación, con base en los derechos históricos de Cataluña, en su historia, en su lengua, y en el derecho civil catalán, considerando que las instituciones del Principado de Cataluña fueron sustituidas por nuevas instituciones de inspiración castellana, con el Decreto de Nueva Planta de Cataluña, promulgado por Felipe V de España el 16 de enero de 1716. Dicho decreto implicaba la derogación de las constituciones catalanas y la extinción de dicho principado como un estado dentro del «Estado compuesto» de la monarquía hispánica… Entre algunos sectores el concepto de nación catalana fue extendido a todos los territorios de habla catalana, los llamados Países Catalanes.
Una de las características propias de este nacionalismo segregador es que se trata de una corriente de pensamiento transversal que aglutina tanto a partidos políticos y ciudadanos de izquierda como de centro y de derecha más allá de las ideologías meramente políticas.
Los nacionalistas e independentistas catalanes denuncian que Cataluña está sometida a un agravio económico por parte del Estado, debido al déficit de la balanza fiscal para Cataluña, entendiendo que Cataluña recibe mucho menos de lo que aporta en concepto de impuestos. Por esas razones, se argumenta que Cataluña viene reclamando históricamente un mayor nivel de autogobierno con respecto a España, tanto desde el punto de vista legislativo como ejecutivo, judicial, cultural y económico.
El nacionalismo se articula en el siglo XIX
En 1879 Almirall fundó el Diari Català, que, aunque tuvo una breve vida —cerró en 1881— fue el primer diario escrito íntegramente en catalán.15 Al año siguiente convocaba el Primer Congreso Catalanista del que surgiría en 1882 el Centre Català, la primera entidad catalanista claramente reivindicativa, aunque no se planteó como partido político sino como una organización de difusión del catalanismo y de presión sobre el gobierno. En 1885 se presentó al rey Alfonso XII un Memorial de peticiones, en el que se denunciaban los tratados comerciales que se iban a firmar y las propuestas unificadoras del Código Civil. En 1886 se organizó una campaña contra el convenio comercial que se iba a firmar con Gran Bretaña y en 1888 otra en defensa del derecho civil catalán, campaña que alcanzó su objetivo —«la primera victoria del catalanismo», la llamó un cronista—.
En 1886, Almirall publicó su obra fundamental Lo catalanisme, en el que defendía el «particularismo» catalán y la necesidad de reconocer «las personalidades de las diferentes regiones en que la historia, la geografía y el carácter de los habitantes han dividido la península».
Este libro constituyó la primera formulación coherente y amplia del «regionalismo» catalán y tuvo un notable impacto —décadas después Almirall fue considerado como el fundador del catalanismo político—. Según Almirall, «el Estado lo integraban dos comunidades básicas: la catalana (positivista, analítica, igualitaria y democrática) y la castellana (idealista, abstracta, generalizadora y dominadora), por lo que «la única posibilidad de democratizar y modernizar España era ceder la división política del centro anquilosado a la periferia más desarrollada para vertebrar “una confederación o estado compuesto”, o una estructura dual similar a la del Austria-Hungría».
Durante esos mismos años ochenta fue cuando comenzó la difusión de los símbolos del catalanismo, la mayoría de los cuales no tuvieron que ser inventados, sino que ya existían previamente a su nacionalización: la bandera —les quatre barres de sang, 1880—, el himno —Els Segadors, 1882—, el día de la patria l’11 de setembre, 1886—, la danza nacional —la sardana, 1892—, los dos patronos de Cataluña —Sant Jordi, 1885, y la Virgen de Montserrat, 1881—.17
En 1887 el Centre Català vivió una crisis producto de la ruptura entre las dos corrientes que lo integraban, una más izquierdista y federalista encabezada por Almirall, y otra más catalanista y conservadora aglutinada en torno al diario La Renaixença, fundado en 1881. Los integrantes de esta segunda corriente abandonaron el Centre Catalá en noviembre para fundar la Lliga de Catalunya, a la que se unió el Centre Escolar Catalanista, una asociación de estudiantes universitarios de la que formaban parte los futuros dirigentes del nacionalismo catalán: Enric Prat de la Riba, Francesc Cambó y Josep Puig i Cadafalch. A partir de ese momento la hegemonía catalanista pasó del Centre Català a la Lliga.
En 1891 la Lliga de Catalunya propuso la formación de la Unió Catalanista que enseguida obtuvo el apoyo de entidades y periódicos catalanistas, y también de particulares —a diferencia de lo que había ocurrido cuatro antes con el fracasado Gran Consell Regional Català propuesto por Bernat Torroja, presidente de la Associació Catalanista de Reus, y que pretendía reunir a los presidentes de las entidades catalanistas y los directores de los periódicos afines—. La Unió celebró en marzo de 1892 su primera asamblea en Manresa, a la que asistieron 250 delegados en representación de unas 160 localidades, donde se aprobaron las Bases per a la Constitució regional Catalana, más conocidas como las Bases de Manresa, que se suelen considerar como el «acta de nacimiento del catalanismo político».
«Las Bases son un proyecto autonomista, en absoluto independentista, de talante tradicional y corporativista. Estructuradas en diecisiete artículos propugnan la posibilidad de modernizar el Derecho civil, la oficialidad exclusiva del catalán, la reserva para los naturales de los cargos públicos incluidos los militares, la comarca como entidad administrativa básica, la soberanía interior exclusiva, unas cortes de elección corporativa, un tribunal superior en última instancia, la ampliación de los poderes municipales, el servicio militar voluntario, un cuerpo de orden público y moneda propios y una enseñanza sensible a la especificidad catalana».