¿Qué es la cultura Woke?. Por Bruno Pujol.

La frase «stay woke» («mantente despierto») surgió en los Estados Unidos en la década de 1930. Al desarrollarse dentro del inglés afro estadounidense vernáculo, woke se refirió a una conciencia de los problemas sociales y políticos que afectan a los afroamericanos, especialmente los prejuicios raciales y la discriminación. A medida que el uso del término se ha extendido más allá de sus orígenes afroamericanos, woke se ha utilizado cada vez más como un término general para describir los movimientos de «justicia social»

El término viene de la lucha de los afroamericanos por la justicia racial. Para ellos, «woke» significa despierto, alerta, consciente de las injusticias. Lo utilizó en los años 30 el cantante de blues Lead Belly. En plena época de linchamientos y segregación, el músico decía a sus compatriotas negros: «stay woke«, «estad alerta». La palabra se hizo popular en las protestas contra el racismo y la brutalidad policial de la última década.

Posteriormente, llegó a abarcar una conciencia de otras cuestiones de desigualdad social, por ejemplo, en relación con el género y la orientación sexual.​ Desde finales de la década de 2010, también se ha utilizado como un término general para los movimientos políticos progresistas o de izquierda y perspectivas que alegan enfatizar la política identitaria de las personas LGBT, de la comunidad negra y de las mujeres. Su original significado de denuncia racial se extendió a cuestiones sociales y medioambientales.

El término «woke» se ha convertido en sinónimo de políticas que abogan por temas como la igualdad racial y social, el feminismo, el movimiento LGBT, el uso de pronombres de género neutro, el multiculturalismo, el activismo ecológico o el aborto.

En 2017, el diccionario Oxford añadió una nueva acepción de «woke»: «Ser consciente de temas sociales y políticos, en especial el racismo».

El Springfieldiano diccionario Merriam-Webster define la palabra con connotaciones negativas al asociarlo con personas obsesionadas con los asuntos de justicia social y racial.

Estos son los dos bandos de lo «woke»: el que piensa positivamente en cuestionar las costumbres y normas opresoras de la sociedad, y el que piensa que esta conciencia solo quiere imponer una nueva moral.

En Estados Unidos, lugar de su creación, el término ha ahondado en la separación entre republicanos y demócratas, con los primeros en contra de lo «woke» y los segundos a favor. La división que se extiende a Occidente y el ahondamiento en el que se profundizó aún más entre los dos polos se extiende a lo ideológico y a lo económico.

En Europa y el resto de los países occidentales, las sociedades, los electorados, las personas se encuentran divididas entre los que comparten el mundo woke y entre los que lo denuncian como una realidad inventada y creada para sustituir el fracasado proyecto ideológico de las izquierdas por una nueva lucha de clases social y reivindicativa.

La somnolencia democrática en la que nos hemos sumergido desde hace un tiempo ha hecho que entren posiciones antidemocráticas camufladas de justicia y reivindicación social y política que cancelan el debate público, eliminan de la presencia social y condenan al que difiere de esta forma de pensamiento. Es la posición denominada “pensamiento único”, más conocida como ‘lo políticamente correcto’.

Este pensamiento está constituido por ideas acerca de distintas realidades: la mujer, la violencia, el sexo, el acoso, los animales, la migración, la religión, la organización del territorio español, incluso el lenguaje. Se trata de ideas sobradamente conocidas por todos gracias a la mayoría de los medios de comunicación de masas, especialmente de casi todas las televisiones, que, junto con algunos políticos y personas de relevancia social, se han encargado de propalar. Aparecen como verdades que se dan valor a sí mismas, y que repetidas incesante y monopolísticamente se tornan hipnóticas o dictados. Por eso, nos parecen verdades inquebrantables, dogmas, verdades reveladas que no se pueden cuestionar o poner en duda. Es un pensamiento que pretende ser hegemónico: decirnos lo que tenemos que pensar, lo que tenemos que decir, lo que es bueno y lo que es malo, incluso lo que es democrático. En esta medida, atenta contra la libertad de pensamiento del individuo, uno de los derechos fundamentales del hombre, lo que le hace ser humano.

Conviene no olvidar que Arendt, filósofa alemana y judía, tras escuchar en el juicio a Eichmann, un hombre suave y pequeño, sin apariencia de haber matado a millones de judíos, que este alegaba en su defensa que todas sus acciones respondían a la obediencia debida a sus superiores, Dice Arendt “que el pensamiento es lo que nos hace humanos y lo que les faltó a todos los que secundaron el holocausto judío es pensar, que es lo que dejaron de hacer…”

Sin duda, pertenecer a un grupo donde todos piensan lo mismo conforta y facilita el estar en el mundo. Pensar a través del grupo es tan acogedor y da tanta seguridad, hasta hace sentirse fuerte. Por eso, la mayoría prefiere esquivar la opinión que brota de su libertad interior, esto es, le tiene miedo a la libertad, porque ésta, implica sentirse solo e inseguro.

Las formas en las que este mundo woke se ha introducido, han sido los medios de comunicación y el ámbito de la formación escolar y universitaria que, debidamente financiados por gobiernos y organizaciones afines, propagan de forma constante, única, en todos los ámbitos y de forma universal el mensaje diseñado por los fabricantes de opinión.

El arma que se utiliza de forma decisiva es el lenguaje. Ya Orwell en 1984 explicaba “Las palabras son como Rayos X capaces de penetrar todo, convirtiéndose luego en el epítome del control político de la voluntad individual y la inducción de estados de ánimo colectivos.”

 El mundo woke en los diferentes idiomas europeos ha creado un lenguaje que condiciona no solamente las ideas y las cosas, sino la forma de definir estas ideas y esas cosas. Encontramos que la machacona repetición de los términos se asocia con las ideas conduciendo a los individuos a un pensamiento prediseñado.

Quien se dirige a otro manipulando conscientemente la palabra, quien así habla y no se ocupa expresamente de la verdad, si le importa algo distinto de la verdad, no trata realmente al otro como igual, no le respeta propiamente como persona humana. Está imponiendo una idea a través de una falacia.

Una de las estrategias utilizadas para imponer el modelo es tratar a los ciudadanos como menores de edad. La mayoría de los mensajes dirigidos al gran público utiliza discurso, argumentos, personajes y entonación particularmente infantiles, muchas veces próximos a la debilidad, como si el espectador fuese una criatura de poca edad o no tuviera capacidad de discernimiento.

Frente a esta realidad de ingeniería social que pretende el control de las mentes y de las opiniones se han alzado ya voces que denuncian la estrategia establecida y los fines de control social y mental de las poblaciones, y creo que asistimos ya a un movimiento antiwoke que en muchos casos es el claro ejemplo de los extremos que se dan la mano.

La sensación que flota en el mundo del pensamiento libre es que esta nueva realidad puede conducirnos a un mundo en el que la ignorancia con su cosmética prestablecida y la deshumanización del individuo que es conducido a la ficción, someta a nuestras sociedades a un pensamiento único en el que el disidente es apartado.



Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies.

ACEPTAR
Aviso de cookies