LA TRAMPA DE LA EQUIDISTANCIA

Uno de los grandes temores del pensamiento crítico actual es el miedo a tomar posiciones políticas, sociales, religiosas y ser señalado por ello. Este miedo a la definición pública y a la defensa de posiciones que llamaremos absolutas nos lleva a dos vicios de opinión. En primer lugar, decir lo que no somos o como no queremos que no señalen y en segundo lugar a tomar posiciones equidistantes para atribuir a cualquier conflicto el mismo peso a cualquiera de las partes. Esto produce que víctima y verdugo, opresor y reprimido, juez y reo se les coloque en el mismo plano.

A la equidistancia se la confunde con objetividad, imparcialidad, neutralidad. Se es equidistante para no comprometerse, para no parecer partidario de nada ni de nadie y no ser etiquetado y lo relativo se ha convertido en un nuevo mantra, una forma de nueva filosofía que no define, no concretiza y completamente superficial en la que lo que importa no es la verdad, es la autoprotección.

Escudándose en una aparente imparcialidad, los medios de comunicación mantienen posiciones enrocadas que reproducen sistemáticamente el pensamiento dominante utilizando además el mismo léxico, haciendo de la equidistancia un nuevo lenguaje universal sin compromiso.



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